Los olvidados: rohingyas, los perseguidos

Si les preguntara por una definición de minoría perseguida, de etnia acorralada, de pueblo sin tierra, ¿qué me responderían? ¿qué les parecería no poder casarse, no poder tener propiedades o vivir en un país que les repudia, pero no poder huir por carecer de papeles para cruzar fronteras? Ser víctimas de la violencia por el mero hecho de existir. ¿Se ajustaría eso a su definición? Pues así viven, o más bien sobreviven, los rohingyas, a los que Naciones Unidas otorga el dudoso honor de ser el pueblo más perseguido de nuestro planeta.


A pesar de que se tiene constancia de su presencia en el estado de Rakhine, conocido antiguamente como Arakan, desde hace siglos, el gobierno Birmano afirma que son nuevos inmigrantes y les niega la ciudadanía. No se trata, en contra de lo que pudiera parecer, de unos pocos cientos de personas si no de cerca de un millón. Imagínense que toda la población de Asturias, por poner un ejemplo, se viera forzada a vivir como parias, discriminados en su propia tierra. Que necesitaran permiso para viajar, incluso a pueblos vecinos. Que precisaran de autorización para contraer matrimonio pero no pudieran tener más de dos hijos. Esto hace, por cierto, que muchas mujeres opten por someterse a abortos clandestinos poniendo en riesgo su vida. Para qué tener hijos, por otra parte, si más de la mitad de aquellos que sobrevivan no alcazarán unas medidas consideradas "normales", víctimas de la desnutrición y las enfermedades .

La mitad de los niños no alcanzan unas medidas "normales"
Desde 1992 las autoridades no los reconocen como ciudadanos y mantienen que proceden del vecino Bangladesh. No se puede decir que el Gobierno civil, encabezado por el ex general Thein Sein desde marzo de 2011, haya avanzado en este aspecto, más bien al contrario. Curiosamente, varios gobiernos, entre ellos el de Estados Unidos, han avalado sus avances hacia la democratización. Desde el gobierno no se toman las medidas adecuadas, a pesar de las palabras, para que esta situación de violencia y desarraigo termine, más bien al contrario. En 2012, como botón de muestra, HRW publicó imágenes vía satélite en la que se aprecia la destrucción completa de un barrio rohingya en la ciudad de Kyaukpyu, en las que se pueden apreciar más de 800 edificios y casas flotantes destruidas.

El antes y después de la destrucción provocada por el odio
Las leyes cada vez más restrictivas y la violencia ejercida contra ellos ha provocado un éxodo hacia Bangladesh, donde su situación no hace más que empeorar. Desde el país vecino, donde se hacinan decenas de miles de rohingyas en campos de refugiados, afirman que no pueden hacer frente a la situación, algo de lo más lógico, teniendo en cuenta la pobreza del país. Sin embargo, no permiten actuar a las organizaciones humanitarias temiendo que este hecho se pueda convertir en un efecto llamada. Estas mismas organizaciones estiman que la represión está obteniendo su fruto y ha provocado una diáspora de al menos un millón más de rohingyas a otros países del mundo, siendo los principales destinos Malasia, Tailandia, Indonesia, India y algunos Estados de Oriente Medio. Dicen que  la riqueza llama a la riqueza, pero la pobreza, como ven, sólo se refugia donde puede.

Campo de refugiados rohingya en Bangladesh / EFE
La mayoría budista de la zona donde se asientan los rohingyas es, a la vez, el motor que mueve las actuaciones del gobierno birmano y el caldo de cultivo ideal para que estas políticas, cercanas a la limpieza étnica, triunfen. Sí, los budistas, los mismos que son masacrados y discriminados por el gobierno chino en el tibet ejercen aquí de brazo ejecutor. Así de triste es el ser humano, el tiranizado, en cuanto puede, se erige en tirano, vengando así su perra suerte en los que son aún más débiles. El líder budista de Myanmar, Ashin Wirathu, al que la revista Time bautizara en una de sus portadas como El rostro del terror budista proclama sin rubor alguno que su "objetivo es defender al país de la invasión musulmana" mientras compara a los rohingya con la carpa africana "porque se reproduce sin cesar hasta que acaba con las especies autóctonas". Es decir, una alimaña a la que hay que exterminar antes de que termine con las cosechas. 

El rostro del terror budista / TIME

No hay líder que movilice a un pueblo si este no está predispuesto, ni pueblo que se movilice sin un líder que encienda la mecha. La consecuencia son constantes disturbios y enfrentamientos que se saldan, ciclicámente, con centenares de muertos, barrios enteros destruidos y miles de personas forzadas al exilio, víctimas de la violencia, la pobreza y su propio miedo.

La próxima vez que piensen en un pueblo perseguido, en violencia racista, en persecución religiosa, en discriminación gubernamental, en hambre y enfermedad, en todo eso junto, no gasten tantas palabras, digan simplemente rohingya.



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