El sueño educativo: un pacto de Estado por el futuro de nuestros hijos

Como todos ustedes sabrán, o deberían saber, el viernes pasado el Consejo de Ministros aprobó el germen de lo que será la séptima reforma educativa de nuestra democracia. Para ser más precisos el Consejo de Ministros se hace eco del Informe del ministro de Educación, Cultura y Deporte sobre el Anteproyecto de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa, que modificará la Ley Orgánica de Educación de 2006. Como es lógico, a falta del trámite parlamentario preceptivo en que recibirá su forma definitiva, en el borrador del anteproyecto hay aspectos positivos, otros negativos y otros que me dejan frío. Naturalmente no soy experto en la materia más de allá de tener dos criaturas iniciando su andadura escolar. Es decir, no soy experto pero sí parte interesada.

J. Idrizi para ©UNESCO

Y como parte interesada lo que más me preocupa es que aquellos encargados de elaborar, aprobar, defender o criticar la recién parida reforma en el Congreso parecen no saber mucho más que yo. De ahí que, haciendo gala de un alto nivel intelectual, no en vano se han educado en España, nuestros políticos no abren más debate que el ideológico. Y ya sabemos que nuestros representantes públicos son como Othar, el famoso caballo de Atila. Si donde aquel pisaba no crecía la hierba donde estos debaten no crecen las ideas. Este es el drama de nuestro sistema educativo, que tiene que estar al albur de las luchas ideológicas en horizontal, por así decir, entre izquierda y derecha y en vertical entre Estado y autonomías. Donde unos ven una vuelta al franquismo otros dicen perseguir la excelencia; haya donde unos dicen buscar la igualdad de oportunidades otros ven un ataque a sus competencias. 

Y de ahí no salimos, ¿Donde están las voces autorizadas que hablen de la lucha contra el fracaso escolar? ¿Dónde aquellas que recapaciten sobre la escasa preparación práctica para la vida profesional? ¿Cuál es el motivo del alto índice de abandono escolar? ¿Por qué somos uno de los países del mundo, al menos desarrollado, con mayor tasa de paro juvenil? Estas son las preguntas que hacemos a nuestros políticos y las que queremos que nos respondan. Y si no son capaces, y obviamente no lo son, que busquen ayuda.

Yo tengo un sueño. Sueño que los partidos, al menos esos que llamamos mayoritarios, se unen por el bien común de nuestros hijos y miran más allá de las próximas elecciones. Sueño que deciden llamar a los mayores expertos de España en pedagogía y educación y, puestos en sus manos, deciden qué es lo mejor para nuestro sistema educativo. Sueño con una educación que no sea ni de izquierdas ni de derechas ni una cuestión de competencias. Sueño que en el parlamento llegan a un pacto, de esos llamados de Estado, para no tocar el sistema educativo en, al menos, veinte años. Lo suficiente para que toda una generación haya pasado por él y, después de este periodo, se vuelven a reunir, evalúan los resultados, los pros y los contras y, de acuerdo con los expertos y profesionales, deciden mejorar o corregir lo que no funciona y mantener lo que ha dado resultado. Sueño, al fin y al cabo, con un sistema educativo del que todos nos podamos sentir orgullosos y provea un futuro mejor para nuestros hijos. ¿Dejará alguna vez de ser un sueño?


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