Grecia: susto o muerte

Cientos de tiendas saqueadas, decenas de edificios quemados, algunos de ellos históricos, más de cien detenidos y una cincuentena de heridos. Ese es el balance, aún no cerrado, de las protestas acaecidas en la poleis ateniense a raíz de la aprobación en el Parlamento del plan de rescate propuesto por la Unión Europea. Protestas movidas por la indignación y la rabia provocadas por un sin fin de recortes que no hacen sino hundir cada vez más en el fango a la mayoría de la población griega. Recortes, para más escarnio, impuestos desde el exterior. Las posibilidades de Grecia son reducidas: susto o muerte.

Porque, llegados al punto de no retorno donde se encuentra Grecia, una vez rendidas las Termópilas a los persas, todos tienen su parte de razón. Por un lado, la llamada troika (Unión Europea, Fondo monetario Internacional y Banco Central Europeo) al exigir medidas a cambio de su ayuda. Efectivamente, es una injerencia en la política interna de un país, pero parece razonable que si vas a aportar 130.000 millones de euros y avalar, por así decir, la condonación de otros 100.000 por parte de la banca, quieras asegurarte el camino a seguir; por otro lado el gobierno griego, que se encuentra en la tesitura de abandonar el timón de su política económica y dejarla en manos de Angela Merkel o rechazar las ayudas y asomarse al abismo de la suspensión de pagos y la salida del euro; y por último, los ciudadanos, que ven como medida tras medida, recorte tras recorte, la situación empeora cada vez más.





Otra cuestión es cuáles son las reivindicaciones de los manifestantes, a donde quieren llegar. Porque, ¿qué es lo de verdad quieren? ¿que Grecia no acepte las ayudas? ¿que las acepte pero no acepte las condiciones impuestas? Creo que la respuesta, en el fondo, la conocen todos y las protestas no hacen si no exteriorizar su indignación, rabia y, sobre todo, impotencia.

La cuestión no es si debe haber o no recortes, más allá de donde hacerlos, si no como se ha llegado hasta aquí. Quizá los ciudadanos deberíamos ejercer de ciudadanos a tiempo completo en lugar de meros consumidores. Quizá deberíamos estar ahí, en la calle, no solo cuando vienen mal dadas y nos tocan el bolsillo. Quizá los griegos no deberían protestar solo ahora, quizá deberían haber protestado cuando el derroche, la corrupción y las mentiras los llevaban al abismo. ¿Nadie lo vio o nadie quiso verlo?

Ya en 2004 Yorgos Alogoskoufis, ministro de Economía del partido conservador, aseguró que el anterior gobierno socialista presentó unas cuentas falsas para poder ingresar en el euro. Pero la situación no mejoró, el gobierno de derechas siguió por el mismo camino: más déficit público, aumento del endeudamiento y falseo de cuentas. Así lo denunció en octubre de 2009 el partido socialista, al ganar las elecciones, afirmando que el anterior gobierno había engañado a la Comisión Europea año tras año. El déficit real era del 12,7% en lugar del 3,7% y el endeudamiento el 113 %. Para entrar en el euro se exigía, teóricamente como vemos, un 3% de déficit y un 60% de endeudamiento.

Con estos antecedentes no es de extrañar que los de la troika exijan garantías por escrito de las medidas a tomar en un futuro. También es lógico que el gobierno, recordémoslo pendiente de elecciones en abril, haya optado por el susto antes que la muerte. El problema es que hay sustos que son de muerte y los más asustados son los de siempre, los que tenían poco y cada vez tienen menos. Y lo peor puede que aún no haya llegado, al fin y al cabo, plan tras plan, rescate tras rescate, Grecia lleva cuatro años de recesión, la tasa de paro supera el 20% y la salida de capital es constante. ¿Les suena de algo?

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